ESTE ES EL PRIMER CAPITULO DE MI LIBRO
"EL ARBOL DE LAS BOTELLAS".
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ace algunos años cuando empecé a ojear el libro de Stephen W. Hawking
“Historia del Tiempo” me encontré con una gran limitación, no entendía casi
nada de lo que iba leyendo por la sencilla razón de no tener una formación en
las ciencias básicas, mis conocimientos de física escasamente se remontan a la
traumática experiencia de la secundaria, pero continué, convencido de llegar a
encontrar algo importante, pues se trataba de un libro sobre los fundamentos
del universo. Diría que en aquella lectura mi comprensión fue de un tercio,
pero la experiencia resultó gratificante, me enteré de cosas nunca antes
pensadas por la humanidad y consideré muy instructivo el enorme ejemplo de ese
hombre que, a pesar de sus limitaciones ha hecho un gran aporte al
entendimiento y difusión de la ciencia. El decía “Nuestra meta es una completa
comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y de nuestra propia
existencia”[1]. y entendía la tarea de la
ciencia “..como el descubrimiento de las leyes que nos permiten predecir
acontecimientos hasta los límites impuestos por el principio de incertidumbre”[2]
La ciencia no es algo surgido de la noche a la mañana, es el resultado de
todo un largo proceso, algo que la humanidad viene edificando gracias a la
acumulación de conocimientos transmitidos durante generaciones, a través de la
escritura, el libro y la lectura. Entre los aportes del texto escrito como
medio de transmisión está su servicio de fidelidad a las ideas de quien
escribe, si se dejaran los saberes a merced de la palabra hablada, se
presentarían las distorsiones del juego de niños denominado teléfono roto. El
otro aporte invaluable, ha sido su ayuda para acortar las distancias en el
espacio y el tiempo. Antes de la invención de la imprenta por los chinos y
algún tiempo después de las adaptaciones de Gutemberg en 1453, si alguien
deseaba saber algo de los planteamientos de un hombre que se hallaba a cierta
distancia, debía ir a donde estuviera él o atenerse a la fidelidad de la
comprensión de un enviado, y si ya hubiese muerto el sabio, en su tumba los
conocimientos se habrían perdido. Claro que existían las cartas y la copias
limitadas de determinados textos, pero fue la expansión de la imprenta la que
contribuyó enormemente a la difusión de las ideas con el libro, permitiendo
intensificar el viaje de los conocimientos por los mares y en el tiempo, como
bien se expresó en este poema:
DESDE LA TORRE
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Iosef !, Docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora:
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora[3].
Ha sido tan importante el aporte del libro impreso que Denis Mc Quail
afirma: “La historia de los medios de comunicación modernos comienza con el
libro impreso, sin duda una revolución, aún cuando al principio sólo fuera un
artificio técnico para reproducir el mismo o casi el mismo abanico de textos
que antes se copiaban extensamente. Sólo en forma gradual llevó un cambio en el
contenido - con la edición de obras más seculares, prácticas y populares,
especialmente de los panfletos y opúsculos vernáculos, políticos y religiosos -
que desempeñaron un papel importante en la transformación del mundo medieval.
Fue así como se produjo un revolución en la sociedad, de la que el libro forma
parte inseparable”[4].
Desde los tiempos lejanos, el proceso de conservación y transmisión del
conocimiento ha venido mejorando en amplitud y eficiencia a través de
diferentes medios, con las tablillas de barro, los papiros, los bellos libros
del medioevo, el libro impreso y ahora con la informática. De esta manera cada
pensador ha hecho llegar a sus contemporáneos o descendientes, sus precarios
avances y descubrimientos. Por eso podemos decir entonces, que la ciencia es un
confluir de muchos libros, o de variados pensamientos, y que gracias a su
estructura es abierta permite la confrontación o la colaboración entre los
participantes de esa magna empresa. Mientras el escrito del científico es algo
abierto y siempre discutible, el texto sagrado trata de permanece cerrado a
cualquier corrección, permitiendo solo modificaciones en la interpretación, por
consiguiente el fundamentalista se apega al libro sagrado como única referencia
de su existencia “Toda vez que la experiencia, o nuevos resultados de la
investigación, parezcan refutar su doctrina, o exigir modificaciones de sus
objetivos o al menos de sus medios, el fundamentalista recurre a la interpretación de sus textos canónicos o
a la tergiversación de los datos. Cree firmemente que su doctrina jamás podrá
fallarle: que solo sus interpretaciones son falibles”[5]
De la misma manera que la ciencia exige determinadas características al
texto como la precisión y la claridad, de paso también le exige al buen lector:
disposición de espíritu abierto, un amor y respeto a las nuevas o distintas
ideas y sobre todo paciencia, porque a pesar de no estar de acuerdo con lo
expresado por el autor, quién lee debe llegar hasta las conclusiones. Es como
saber escuchar, hay que esperar a que el interlocutor llegue a sus últimas
palabras para poder contradecirlo.
Gracias a que algunos saben sacar provecho de los textos de otros, la
ciencia renueva sus ideas y los lectores amplían sus horizontes. Por ello con
justicia se dice: “Yo odio al hombre de un solo libro” o “La lectura es a la
mente como el ejercicio es al cuerpo”. Miguel de Cervantes, satirizó con la
imagen de Don Quijote a aquellos que sólo leen un cierto tipo de libros y dejó
en ridículo la actitud del cura, el barbero, la criada y la sobrina, cuando
conducidos por su ignorancia y pensando que había sido la lectura la causante
de la locura del personaje, se dedicaron a la quema de toda clase de inocentes
obras.
El cultivo de la lectura, es bien sabido, hace ricos a los hombres, forma
parte del capital simbólico del que hablara Bourdieu[6], nos presenta mundos aún
por conocer, genera preguntas y hace relativas las concepciones de nuestro
entorno. En otras palabras diríamos, le permite al individuo discernir sobre
las afirmaciones de los demás. Por ser el libro la síntesis de muchos saberes
humanos y un potenciador de la capacidad de análisis del hombre es que resulta
sospechoso ante los ojos de los tiranos. Recordemos, a manera de ejemplo la
quema de libros por los Hitlerianos y la lucha de los monjes para controlar las
publicaciones con su Index inquisicitorial o por esconder ciertos textos por
“inconvenientes” como se cuenta en la novela de Umberto Eco “El Nombre de la
Rosa”. No olvidemos también que similar actitud de ver en el libro las
tentaciones del mal, se vivió en Colombia en la época del presidente Turbay
cuando se incautaban y quemaban los libros o la prensa sospechosa de
subversión.
Hoy el libro a pesar de no ser abiertamente perseguido, su valor o
riqueza aún no ha sido bien entendida, es un objeto raro que a unos pocos les
interesa, por la existencia de distintas formas de analfabetismo y porque a
cierto sector social le conviene mantener a la población, en un nivel de
conocimientos mínimante necesarios para la reproducción del capital.
OTROS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN
Hacia el futuro hay quienes ya vaticinan la extinción del libro, e
incluso hablan de la caducidad de la lectura porque, según ellos, el locutor o
el presentador de noticias le da a los espectadores la posibilidad de enterarse
de los acontecimientos, de una forma que no requiere esfuerzo alguno, pero es,
sin duda, una idea equivocada; el manejo personal del texto supera, en riqueza
y velocidad al que se le pueda dar, en radio o televisión. Limitarse a esos
medios masivos de comunicación, y a la prensa, es en buena medida permanecer en
los niveles controlados de pobreza intelectual debido a su naturaleza comercial
y porque ellos están en manos de unas minorías privilegiadas que no los
utilizan para potenciar las mejores cualidades de los hombres sino, para
presentar lo intranscendente, lo superficial. Por permanecer muy preocupada en
el mejoramiento de sus ventas, se ha dicho de la prensa escrita que es sólo un
mar de palabras con un mínimo de profundidad y eso se aprecia al pasar páginas
enteras dedicadas a la superchería, a la fabricación de estrellas del
espectáculo y al misticismo más ingenuo. Prefieren sus editores no ocuparse de
la ciencia moderna, porque es exigente, genera polémicas y pone en tela de
juicio saberes tradicionales y si alguna ves lo hacen es tangencialmente. Es un
mal que incluso algunos periodistas reconocen como su culpa, pero el problema
también está en quienes son los propietarios de los medios de comunicación y en
la estructura de la sociedad en su conjunto. En cierta ocasión Leopoldo Villar
Borda del diario El Tiempo mencionaba la necesidad de que los medios
“..proporcionen más noticias y las amplíen con análisis, comentarios e incluso
información sobre las fuentes donde los lectores puedan encontrar referencias,
textos especializados y bibliografías que les permitan obtener una orientación
más completa”. Y a renglón seguido decía “Para cumplir este cometido se
requiere hablar con expertos, recoger opiniones e investigar antecedentes, para
lo cual hay que disponer de tiempo, recursos y herramientas. Pero sobre todo se
necesita que los medios abandonen la tendencia a lo que se podría llamar la
“tabloidización” de las noticias: el suministro de informaciones espasmódica y
superficiales, la mayoría de ellas referidas al acontecer inmediato”. Es una
afirmación valiosa pero lo dice un hombre maduro, de experiencia, seguramente
bien cultivado y de visión amplia, cualidades que son difíciles de encontrar en
los llamados comunicadores sociales.
Los medios masivos de comunicación (término que se prefiere para radio,
prensa y televisión) no colaboran de forma seria en la tarea de superar la
apatía generalizada por comprender el universo de una manera veraz, ni tratan
de cambiar las imágenes negativas o parciales que existen frente al trabajo de
los científicos. Dicha deficiencia se presenta en casi todo el mundo, Gerald
Feinberg afirma: “En cierto grado, los jóvenes entran en contacto con la
ciencia a través de la escuela y de los libros. Sin embargo, a la mayoría de
los niños - por lo menos en Estados Unidos - se les ha presentado una imagen
alternativa de los científicos y con unos rasgos muy negativos. En los tebeos,
en las películas y en la televisión, el retrato predominante de los científicos
es sumamente antipático para los niños. Por ejemplo, la descripción de los
científicos que se ofrece en los dibujos animados de la televisión no tiene el
menor parecido con la vida real de los científicos, y las diferencias con la
realidad siempre sirven para empeorar las motivaciones de éstos. El científico loco de los dibujos animados
de televisión - que trata de dominar o destruir el universo - es solo una de
las manifestaciones que tiene la negativa imagen de la ciencia que aparece en
los medios de comunicación social” “No está claro si la imagen negativa de la
ciencia ha sido trazada voluntariamente con objeto de rebajarla, o si esto no
es más que una convención propia de los medios de comunicación. Este patrón se
halla probablemente relacionado con el generalizado desconocimiento que se
comprueba en nuestra sociedad acerca de lo que los científicos tratan de hacer.
La mayoría de ellos se dedica a comprender el mundo, actividad que debería
resultar benéfica incluso para los creadores de dibujos animados televisivos,
pero muchas personas no familiarizadas con la ciencia suponen que los
científicos están básicamente preocupados por controlar el mundo”[7].
Esas no son afirmaciones gratuitas, vasta con abrir un periódico, ver la
televisión o una revista no especializada para darse cuenta que pareciera como
si la ciencia no presentara resultados de valor, en cambio los héroes
impulsados por esos medios son los futbolistas o las estrella de la farándula,
creaciones más de la publicidad que portadores de valores humanos auténticos.
Son los héroes de estos tiempos que se sostienen en las noticias o en la fama
con sus escándalos, sus salidas en falso y en las entrevistas dejan ver sus
opiniones pobres y esquemáticas. Es tan endeble su imagen que un día cualquiera
se desvanecen sin haber dejado huella en la sociedad. En cambio de quienes
hacen aportes trascendentales, como los cientos de científicos colombianos que
están trabajando en nuestros laboratorios y en el exterior, no se ocupan los
medios masivos de comunicación, como resultado de ello el hombre común si acaso
recuerda a Elkin Patarroyo y no más.
LA ESCOLARIDAD Y LAS BIBLIOTECAS
Entre los elementos explicativos de nuestro escaso desarrollo científico
tenemos los bajos niveles de escolaridad (el analfabetismo en Colombia para
1998 llegó al 13%, según la defensoría del pueblo) y el pobre índice de
lecturas por persona[8].
Se piensa que los avances del conocimiento se producen en las universidades,
pero las nuestras casi no generan investigación, la mayoría se limitan a ser
productoras de títulos para certificar una cierta habilidad, manual o
conceptual, y esto en especial en la universidad privada. En estas últimas como
prima el criterio de empresa, se prefieren los profesores hora cátedra para
minimizar gastos, lo deplorable es que por sus bajos ingresos y ante la
ausencia de estímulos no producen ideas ni tienen investigaciones importantes
para mostrar. Tampoco perdamos de vista al evaluar el escaso número de
investigadores, que las universidades son básicamente para un número reducido
de personas, sus costos y clases de formación alejan a muchos y divide a
quienes acceden a ellas. Contamos con una universidades de élite para capacitar
a los dirigentes de la nación y otras para los que ocuparan los puestos
subordinados de las empresas.
Sumado a ello tenemos que el estudiante, por lo regular, no prosigue la
superación o al menos su actualización de conocimientos con la lectura. Una vez
concluido el ciclo de estudios se limitarán a continuar reiterando lo
aprendido, pocos accederán a los cursos superiores de maestría y doctorado,
entre otras cosas porque estos últimos son aún muy escasos en nuestro medio.
Algunos egresados consiguen estructurar una biblioteca particular de ciertas
proporciones, pero la verdad es que existe un desconocimiento de su función y
posibilidades, se ven afectados por prejuicios como el de no rayar los libros,
olvidando que son herramientas de trabajo y no elementos decorativos. A este
respecto se lee en el libro La Lectura Rapide: Los libros no son hechos
solamente para adornar su biblioteca. Ellos están destinados sobre todo para
adornar su espíritu[9].
Y qué decir con respecto a los niveles de lectura por individuo? Se sabe
que es muy bajo, como sucede en la mayoría de las naciones pobres, y se agudiza
con la ausencia de buenas bibliotecas y librerías en los centros urbanos[10]. Ciertamente el problema
tiene su raíz en las dificultades económicas pero, no podemos desconocer que
también es el resultado de la falta de interés o valoración por parte de la
sociedad, hacia la actividad de la lectura. Y en cuanto a los temas notamos, al
entrar a una librería, cómo son de escasos los libros científicos frente a la
gran abundancia de literatura de entretenimiento, de los best sellers, y de las
seudociencias por la sencilla razón de la demanda. El mercado por ende, gira en
torno de la superación personal, las revistas de farándula, los libros de
cocina la metafísica y asuntos como la parapsicología. Pero a parte del
estímulo dado por la demanda o la oferta, el material de las seudociencias
abunda porque “tiene raíces arcaicas o porque se ocupa de problemas descuidados
por la ciencia, y porque hace afirmaciones extravagantes que exaltan la
imaginación, y es mucho más fácil de aprender y de practicar que la ciencia.
Por estos motivos se la puede encontrar por doquier y en todos los tiempos”[11].
He encontrado en aquellos individuos poco dados a frecuentar el espacio
del libro, una marcada tendencia hacia las seudociencias y un gusto por los
fenómenos supuestamente inexplicables, pareciendo indicar que todo buen místico
es un mal lector. En defensa algunos argumentan que sí leen mucho pero, no se
cuestionan las cualidades de lectura, es decir el qué y cómo. ¿Cuál es el
aporte de las revistas como Vanidades,
Play Boy o Cosmopólitan a su
amplio público? Realmente es pobre, por decir lo menos, la naturaleza de sus
textos no están acordes con las necesidades de países como el nuestro, son el
cultivo de una imagen estereotipada de los individuos, preferiblemente de los
que tienen los medios económicos, más sin embargo al ingeniero por ejemplo, ese
tipo de lecturas no le proporciona sino entretenimiento y poco le favorece en
su oficio profesional. Y a este respecto creo que fue Schopenhauer quien dijo:
“En la vida sucede lo mismo que en la literatura: en todas partes se encuentra
la plebe incorregible, que llena todo por legiones, ensuciándolo todo como las
moscas en el verano. De aquí el sinnúmero de libros malos, esta mala hierba de
la literatura que quita la sabia al trigo, ahogándolo, absorben el tiempo, el
dinero y la atención del público que pertenece por derecho propio a los libros
buenos y sus nobles fines, mientras que los otros están escritos con la única
intención de producir dinero y procurar empleos”, “ para leer lo bueno es
necesario no leer lo malo, por que la vida es corta y el tiempo y las fuerzas
limitadas”.
LOS CIENTIFICOS Y LA LECTURA
Si la lectura es importante en la vida moderna, lo es mucho más para las
personas que tienen interés en la ciencia y en especial para los científicos
porque es una herramienta indispensable; a la hora de asimilar la mejor
tradición de saberes, para conocer lo que se ha hecho en otros tiempos y se
hace en otras latitudes, es decir que posibilita la permanente actualización de
la información. Las revistas especializadas y los llamados abstracts en los últimos tiempos, se han constituido en
herramientas claves de transmisión de la información más reciente y son un
vehículo para que los científicos publiquen sus hallazgos. De esta forma nos
damos cuenta de la difícil tarea del científico quien además de ser un buen
lector debe ser un buen escritor, para lograr comunicarse con sus colegas y
poder transmitirle su entusiasmo a las nuevas generaciones.
El periodista español Manuel Calvo ha mostrado cómo las primeras lecturas
han sido fundamentales en la conquista del corazón de los hombres de ciencia
cuando ellos eran niños, señala los casos de Alan Turing, de Isidor Isaac Rabi
el premio Nobel de Física 1944, de Karl Poper, y de Allan Sandage “Al regresar
a su casa, en Ohio, Sandage se propuso construir un telescopio, pero no tenía
conocimientos mecánicos y su padre le compró uno. Después de echar una ojeada
con el instrumento, vio con claridad lo que debía hacer con su vida. Empezó a
devorar libros de ciencias y de matemáticas, especialmente de astronomía, y
aprendió él solo las estrellas, las constelaciones y la mecánica celeste
elemental. Cuando ya era adolescente, leyó El
Reino de las Nebulosas, publicado en 1936 por Edwin Hubble y también los
libros de popularización de Eddington. Sandage descubrió que estaba viviendo en
una era de revoluciones en la conciencia cosmológica que no tenía parangón en
la historia”[12].
La tarea del lector de casi cualquier campo pude llegar a ser compleja,
si es que desea trascender en su área de conocimientos, debe procurar siempre
ir mejorando la calidad de su lectura, estar a la caza de lo mejor o lo más
reciente, y ampliar sus posibilidades con el dominio de otros idiomas, porque
el tiempo que media entre la aparición de una publicación y su consecuente
traducción al español es muy largo, para entonces su contenido seguramente
habrá perdido vigencia.
El famoso filosofo Rouseau, planteaba que el conocimiento es inútil y
nocivo, que la “cultura”[13] no aumentaba la felicidad
y por el contrario la ciencia, el arte y la literatura afianzaban las
calamidades y la opresión. Esa visión tan negativa no podemos compartirla pues
contradice la experiencia de los grandes pensadores y la realidad de los
valiosos aportes de las artes y las ciencias al mejoramiento de las condiciones
de vida del ser humano.
Ya he tratado de insinuar, y como en los próximos capítulos mostraré más
claramente, que la dedicación a la ciencia es exigente, requiere de permanente
estudio y el valor de asumir los grandes retos que la vida presenta. Las
biografías de los destacados científicos de la historia, tienen un poder
enorme, sirven de ejemplo y estimulan a no dejarse anonadar ante la adversidad,
“Faraday, que llevó a su cima los estudios clásicos sobre los fenómenos
eléctricos y magnéticos, era hijo de un herrero y para poder asistir a la
escuela tuvo que trabajar primero como recadero de una librería y después como
aprendiz de encuadernador, durante siete años. No tenía ninguna titulación
académica y su formación en electricidad la obtuvo leyendo la Enciclopedia
Británica. Leía muchos de los libros que pasaban por el taller, entre ellos
algunos estudios sobre química y sobre electricidad, que le indujeron a
practicar experimentos sencillos, que podían ser costeados por unos cuantos
peniques a la semana y así - cuenta él mismo - construí una máquina eléctrica”[14].
En un interesante ensayo comparativo Thomas P. Hughes, nos ayuda a
entender el surgimiento de la creatividad como fenómeno fundamental para la
actividad científica y artística, él plantea que ante las condiciones
difíciles, el individuo tiene la opción, partiendo de los viejos conocimientos,
de hacerse creativo. Dicho ensayo se ocupa de Elmer Sperry que fue un eminente
inventor estadounidense y de Adrian Leverkuhn el músico inventado por Thomas
Mann para su novela “Doctor Faustus”: “Insatisfechos
con su respectiva situación, tanto Spery como Leverkuhn disponían de varias
posibilidades. Podían, a fin de cuentas, haber fantaseado otros lugares y con
ello escapado; o pudieron inventar sus espacios vitales, físico el uno,
espiritual el otro. Podían haber viajado y descubierto otros mundos; eligiendo
la última posibilidad, adoptaron la actitud que llamamos creadora. Sperry
inventó máquinas y procesos entre los cuales se sentía a sus anchas, y
Leverkuhn inventó un espacio puro y ordenado, lleno de música.” Luego se
pregunta Hughes: “¿Qué inspira a la gente creadora como Sperry y Leverkuhn a
crear nuevos mundos?. Muchas personas se contentan con aceptar el mundo en que
viven. No imaginan que sea posible hacer que otros mundos existan para ellos.
Una fuente de inspiración par el creador es el conocimiento de que otros mundos
existen y están siendo creados”[15]. Y lectura, quiero
recalcarlo, nos aporta precisamente eso, el conocimiento de que existen o
pueden ser posibles otras realidades.
A pesar de los enormes sacrificios demandados por la ciencia, ella ofrece
también sus recompensas, Bertrand Russell por ejemplo, decía que los hombres de
ciencia “Son felices en su trabajo porque la ciencia moderna es progresiva y
potente y porque nadie duda de su importancia, ni ellos mismos ni los profanos”[16]. Y según él les
proporciona el poder sobre la inteligencia. Esta afirmación puede no ser del
todo cierta en nuestras condiciones, de países con fuerte presencia de las
manifestaciones de autoritarismo, dogmatismo y analfabetismo pero da una luz de
esperanza para los jóvenes que quieran aventurarse por esos caminos de la
investigación
Para no perder de vista el aspecto lo político, he de señalar que si
conseguimos ubicar mejor a la ciencia, a los buenos libros y a la educación en
el contexto general de la sociedad, estaremos dando pasos firmes también hacia
un futuro más democrático. Ello no significa olvidar que la democracia nacional
y latinoamericana requiere también de hondas transformaciones, en la
distribución de los recursos, en los modelos de participación política y en la
tenencia de los medios masivos de comunicación.*
Notas
[1] Hawking, Stephen: “Historia del
Tiempo”. Pág. 218.
[2]
Idem. Pág. 221.
[3]
Quevedo, Francisco: “Quevedo Esencial” pág. 465.
[4] Mc Quail,
Denis “Introducción a la Teoría de la Comunicación de Masas”, pág. 29
[5]
Bunge, Mario: “Seudociencia e Ideología”. Pág. 130.
[6]
véase a Bourdieu, Pierre: “La Distinción” y sus distintos artículos publicados
en la Rev. Actes de la Recherche.
[7]
Feinberg, Gerald; “Claves ciertas”, págs. 267- 268.
[8]
Según encuesta realizada por la revista Semana
en diciembre de 1997 el mayor volumen de ventas de libros eran en
Colombia los de “superación personal” y metafísica
[9]
Richaudeau, Francois. Gauquelin, Michel et Francois: “La lectura Rapide”. Pág.
229.
[10]
He aquí lo que planteó el escritor Alvaro Miranda: “Como instinto, por fuera de
toda consideración política, es más sabroso disfrutar del ocio y del juego,
contemplar el cielo o sacarse los piojos, que tener que disciplinar cuerpo,
mente, ojos, garganta para leer. En lo primario de cualquier ser humano es más
agradable el vacío total que deja una hamaca sobre la orilla sombreada del mar,
que poner a marchar en la cabeza un pensamiento coherente a través de la
palabra escrita. Leer no es nada fácil si adelante hay un partido, una fiesta o
un televisor que todo lo cuenta al natural” y luego agrega: “En cualquiera de
nuestros municipios de cien mil habitantes podemos encontrar 135 panaderías,
116 peluquerías, 102 carnicerías, 708 expendios de cerveza y una librería no
especializada, que entre otras variedades vende libros. Desproporcionado o no,
en nuestro medio pareciera que no es indispensable leer”. Lecturas Dominicales diario El Tiempo 11 de mayo de 1997.
[11]
Bunge, Mario: opus cit., pág. 73.
[12]
Calvo Hernando, Manuel: ”La Ciencia es Cosa de Hombres”, pág. 52.
[13] Trataré de evitar el
término de cultura por haberse
convertido en una palabra comodín; cultura
de la violencia, cultura de la paz, cultura política etc. De usarla en este
libro, es en el sentido amplio que le diera Gramci, como conjunto de elementos
organizativos de la sociedad y no sólo como sinónimo de saberes intelectuales o
artísticos.
[14]Idem.
Pág. 17.
[15]
Hughes P, Thomas, Elmer Sperry y Adrian
Leverkuhn: Comparación de Estilos Creadores. En “Resortes de la Creatividad
Científica” págs. 172-173.
[16]
Russell, Bertrand: “La Conquista de la Felicidad”. Pág. 110.